Reportajes

Googleplex: El Cerebro

Trabajar en Google
"Lista de las cosas que le gusta hacer a un ingeniero", escribe otro informático anónimo en uno de los tableros de ideas del campus. "Comer. Quejarse. Hacer listas. Desear echarse novio o novia. Mandar correos electrónicos. Dormir". "En un sofá, en el trabajo", añade otro. En Google se trabaja mucho, nadie lo oculta. Pero también, explican, se trabaja de forma diferente. El presidente, Schmidt, cree que la compañía tiende de forma natural al caos. "En el día a día no estás muy seguro de lo que sucede. Este proyecto quizá se lance, este otro quizá esté en problemas, este otro es una nueva idea. Cada día miramos qué funciona y qué no". En un día cualquiera de diciembre, por ejemplo, Schmidt y su equipo han revisado los sistemas que utilizan en los centros de datos, los acuerdos en publicidad, y el funcionamiento de la niña bonita, Youtube, que fue adquirida por unos 1.600 millones de dólares. "Al final estamos todos cansados, nos vamos a dormir y, al día siguiente, hacemos lo mismo, pero es completamente diferente. Quieres trabajar en algo creativo, porque sientes que tus ideas se escuchan".

Instalaciones de Googleplex

Los ingenieros confirman que ésta es una compañía distinta. Marissa Mayer, la vicepresidenta, lo explica dibujando un triángulo. Cuenta que la organización de la mayor parte de las empresas modernas procede del mundo industrial, de las líneas de ensamblaje, donde alguien siempre supervisaba el trabajo de otro. "Es una organización piramidal, donde cada empleado realiza un trabajo individual que es supervisado por otro trabajador, que a su vez es supervisado por un gerente y así hasta llegar al presidente". Google, asegura, funciona más bien como una red, donde los equipos, las responsabilidades y los papeles de cada trabajador fluyen y cambian sin parar. "La jerarquía aquí es completamente plana", asegura Hugo Fierro, un ingeniero español de 24 años que trabaja en la sede de la compañía en Nueva York. "Tienes acceso a todo el mundo, incluidos los fundadores".

La forma en la que Google intenta fluir se llama "regla del 70-20-10". Ésta es la manera en la que los empleados distribuyen su tiempo de trabajo. El 70% deben dedicarlo al negocio principal, es decir, las búsquedas, Google aún debe el 99% de sus ventas a los anuncios insertados en su buscador. Es lo que Marissa Mayer llama "el problema de la dona": el agujero que hay en medio del biscocho es el que determina que la dona sea lo que es. El agujero, en el caso de Google, es el buscador.

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En la búsqueda de los nuevos productos revolucionarios con los que Google alimenta continuamente el mercado, los ingenieros pueden dedicar el 20% de su tiempo. Investigan servicios no directamente relacionados con el buscador. Así surgió, por ejemplo, Google News, que localiza noticias entre medios de comunicación del mundo, o Gmail, el correo electrónico. El 10% restante del tiempo puede usarse en desarrollar cualquier idea, por muy extraña, extravagante o absurda que parezca. Como, por ejemplo, construir el esqueleto de un Tiranosaurius rex en uno de los jardines del campus.

Con este reparto del tiempo, Google quiere fomentar la creatividad de sus ingenieros. Los informáticos son gente especial. Por regla general, pueden olvidarse de comer, de dormir o de buscarse novia si el trabajo les satisface. Pero muchas empresas de Silicon Valley han sido creadas por ingenieros frustrados por un trabajo poco innovador, y que además estaban forrados de opciones para comprar acciones (las famosas stock options). El valor en Bolsa de Google ha llegado a los 500 dólares por acción, así que sólo queda compensar a sus empleados para que desarrollen esas ideas brillantes, pero dentro de Google.

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A los trabajadores no les gusta contar cuánto ganan, aunque confiesan que están bien pagados, y tampoco quieren hablar de los billares, los masajes, las pelotas gigantes, los juguetes de lego, los patinetes para recorrer los pasillos o las lámparas de lava que adornan las mesas. "Nos hace parecer idiotas", confiesa uno de ellos. Lo cierto es que toda la empresa parece un gigantesco y comodísimo hogar, con sofás en cada esquina, comida y bebida en cada mesa, y hasta perros y fiestas. No hay horarios de trabajo, cada cual viene y va cuando se le antoja. Pueden vestir como les parezca, incluso en pijama o bermudas. Y todos los viernes se celebra el llamado TGIF o thank god it's Friday ("gracias a Dios es viernes"), y toda la empresa, incluidos los fundadores, se reúnen para cantar o comer. Google es flexible y generosa con sus cerebros. Pero también exigente.

No se contrata a cualquiera, para empezar. Un ingeniero con años de experiencia puede ser descartado porque sus notas de la universidad no son muy brillantes. Además, el riguroso proceso de selección incluye media docena de entrevistas personales y complejos cuestionarios para demostrar que, además de los más brillantes, son sociables, pueden trabajar en grupo y tienen intereses lejos del ordenador. El libro Google recoge una de esas pruebas, en la que se preguntaban cosas como: "En una retícula infinita, bidimensional, rectangular, de resistencias de un ohmio, ¿cuál es la resistencia entre dos nodos que están a un movimiento de caballo?". O ésta: "Son las dos de una soleada tarde de domingo en la bahía de San Francisco. Usted está a minutos del mar, de los circuitos de senderismo por los bosques de secuoyas y de atracciones culturales de primera. ¿Qué haría?".

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El trabajo en Google es duro. Uno de los principios de la compañía incluye ofrecer al usuario, siempre, más de lo que espera. Pensar a lo grande. "Google no acepta ser el mejor como meta final, sino como punto de partida", dice la compañía. Es la innovación hasta la paranoia. "En algunas ocasiones -recuerda Miguel Cuesta- los fundadores han explicado que, en cualquier momento, un par de jóvenes pueden crear en un garaje, como hicieron ellos mismos, una herramienta parecida o mejor que les pueda hacer sombra". En Google, las pesadillas no las protagoniza Bill Gates, sino un par de estudiantes con un laptop.

Google crece sin parar. Realiza búsquedas sobre 8.000 millones de sitios y más de 800 millones de imágenes. El año pasado, sus ventas crecieron un 70%, y su plantilla, un 18%. Y ya no sólo es una de las marcas más reconocidas del mundo (junto con Coca-Cola y Apple), sino que su nombre también aparece en el diccionario Webster como sinónimo de buscar. Pero los empleados creen que la compañía aún mantiene un espíritu modesto. "Esta empresa es ya lo suficientemente grande para influir en la sociedad, pero aún se siente pequeña por dentro", opina Deep Nishar, encargado de desarrollar el negocio de Google en los móviles. "Cómo de grande, cómo de pequeña" Lo cierto es que, para ser una empresa tan enamorada de los números, Google tiene alergia a revelarlos. Al visitar Mountain View hay que hacerlo acompañado de un miembro del equipo de relaciones públicas, que señala lo que se puede fotografiar y saber. ¿Cuántos empleados trabajan en Mountain View? "No podemos decirlo". ¿Cuántos edificios hay aquí? "Decenas". ¿Cuántos empleados hay en total en la compañía? "Unos 10.000". ¿Cuánto factura Google en los móviles? "No revelamos esas cifras". ¿Cuánta gente trabaja en el buscador? "No revelamos esas cifras".