Cibercultura

¡Internet se acaba!

Qué irónica es la vida. Si en las postrimerías del siglo XX se armó la grande con el infame "bug del año 2000", hoy pena el silencio respecto a una amenaza informática de consecuencias mucho más tangibles. Quizá porque esta vez no se augura el caos o el apocalipsis (ni tenemos locos construyendo búnkers para condimentarlo), sino sólo un tecnicismo tan simple como... quedarnos sin red.

ipv4

Corría 1999. Mientras la última hoja escapaba del calendario, el mundo permanecía expectante ante los devastadores efectos que un "pequeño error de cálculo" acarearía sobre la civilización humana. Cortes de electricidad, semáforos enloquecidos, aviones sin control, represas abiertas e incluso un desastre nuclear, eran algunas de las catástrofes vaticinadas para cuando cayera el 31 de dicembre.

¿Los culpables? Dos inocentes dígitos que los programadores habían omitido en los relojes de las primeras computadoras a fin de ahorrar recursos. El sistema se heredó durante mucho tiempo y nadie sabía con certeza qué sucedería cuando, al descorchar la champaña, las máquinas creyeran que el año 2000 - visto por ellas como '00' - nos había llevado de regreso... al 1900.

Pero como ya sabemos la hecatombe distó un poco de lo previsto, con algunos celulares borrando mensajes en Japón, boletos de bus caducos en Australia, un centenar de máquinas tragamonedas inutilizadas en Estados Unidos y el servicio meteorológico francés publicando en la Web un pronóstico para el sábado 01 del 01 del año 19100.

Sumado a algunos dolores de cabeza para los departamentos de contabilidad, eso fue todo. Los sistemas se habían renovado gradualmente durante los 90 y lo que restaba fue actualizado por un ejército de ingenieros que trabajó de antemano para la ocasión (por cierto, espero que alguien le haya avisado al gordito que cavó un búnker en el desierto...)

Como la gente estaba tan preocupada - o entretenida - con la moda del "Y2K", no había tiempo para oír las voces de expertos que desde mediados de los noventa predecían otro problema informático en ciernes. Uno sin consecuencias tan glamorosas como para figurar en la prensa sensacionalista, pero con un desarrollo mucho más predecible e inexorable: el fin de la Internet.

Al menos, como la conocemos.

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Mira tu navegador. ¿Alguna vez te has preguntado cómo hace para llegar directo al sitio Web que le indicas y no a otro? Pues el secreto está en las direcciones IP, una suerte de "carnet de identidad" para cada máquina conectada a la red. Gracias a este número único compuesto por cuatro cifras de hasta cuatro dígitos, la información sabe con exactitud cuál es su origen y su destino.

Por ejemplo, supongamos que quieres leer la edición de hoy del diario La Tercera. Para llegar al servidor debes marcar su dirección IP en tu navegador, es decir, 200.68.40.73. Comparativamente, podríamos decir que las IP son para los computadores como nuestros números telefónicos, incluyendo código de área y país: absolutamente irrepetibles.

En este punto ustedes dicen "Hey, pero cuando quiero ir a La Tercera escribo www.latercera.cl". Pues como los seres humanos solemos ser mucho más dados a las letras que a los números (sino pregunten a mi profesor de matemáticas), se ideó el sistema DNS, que asocia cada IP a un nombre de dominio. Por su intervención divina podemos recordar palabras en vez de números, pero debajo subyacen las mismas cuatro cifras que ya conocemos.

Así es, señores. Sin direcciones IP no hay Internet... y he ahí el problema.

Cuando nuestro actual protocolo IP - conocido como IPv4 (versión 4) - fue aprobado a principios de los ochenta, se pensó que sus casi 4 mil millones de combinaciones serían suficientes para abastecer a la tropa de nerds que por entonces jugaban sobre pantallas monocromáticas a transferir datos y enviar correo electrónico.

¿Cómo iban a imaginar entonces la expansión astronómica que la red ha tenido en nuestros días, con su creciente ola de dispositivos móviles 'en línea' o la cada vez más ubicua banda ancha? Todos ellos requieren una dirección IP y si pensamos que la tierra se empina con holgura sobre los 6 mil millones de habitantes, comprenderemos que ni siquiera hay suficientes para dar una a cada persona en el planeta.

Eso no es todo. En el actual sistema IPv4, cerca de 18 millones de direcciones están reservadas para montar redes privadas (sí, esa numeración típica de las empresas que parte en 192.168.0.1), mientras que otro millón debe restarse para un sistema optimizado de distribución de datos llamado multicast.

Para empeorar las cosas, las direcciones IP no están repartidas equitativamente en todo el orbe. Por razones históricas fáciles de imaginar, Estados Unidos reservó para sí la mayor cantidad de números disponibles, dejando en problemas a África, Latinoamérica y sobre todo Asia, cuya participación en la red ha crecido de forma exponencial en los últimos años.

Considerando además que una cantidad no determinada de direcciones permanece entrampada en sistemas en desuso de la red o que otro tanto es administrada directamente por dos instituciones pioneras de Internet - el MIT y la Universidad de Stanford - ya podremos irnos pintando esas ojeras de góticos.

Respecto al tiempo que le resta a la red, no hay consenso entre los investigadores. El director administrador del Centro de Registros IP Europeo (RIPE), Axel Powlik, estima que el sistema alcanzará la saturación entre 2008 y 2012, mientras fuentes más optimistas lo postergan hasta 2016 ó 2023, dependiendo del país y las medidas de contención que se adopten.

Bajo cualquier panorama, sólo tres cosas son ciertas:

Que IPv4 irremediablemente va a agotarse.
Que entre más personas y dispositivos entren a la red, más pronto lo hará.
Que entre más crezca Internet en su actual sistema, más costoso será remediarlo.

"¿Significa que ya nunca más podré bajar series de Animé?" preguntaría mi hermanito adolescente. Calma, muchacho. Cuando a un animal le queda estrecha la piel, siempre hay una nueva esperando debajo...

¡IPv6 al rescate!
Sabiendo que IPv4 estaba condenado, a principios de los 90 los especialistas en redes del instituto PARC de Xerox, Steve Deering y Craig Mudge, pusieron manos a la obra en el que sería su relevo. Su trabajo rindió frutos cuando en 1994 la Internet Engineering Task Force (IETF) le dio el visto bueno, bautizándolo oficialmente como... IPv6.

¿Qué por qué? Pues porque IPv5 ya estaba ocupado por un protocolo experimental de audio y video. Ahora déjenme terminar la historia...

Conocido también como IPng - por IP Next Generation - el protocolo IPv6 resuelve radicalmente el tema de la escasez de direcciones elevando los 32 bits de su antecesor hasta los 128 bits. Con ello, el nuevo sistema será capaz de generar la nada despreciable suma de (ejem...) 340 billones de billones de billones de números, o lo que es igual, 3.4x1038.

Para graficarlo mejor, mientras IPv4 no es capaz de entregar una dirección IP a cada habitante de la tierra, IPv6 por el contrario dispondrá de algo así como mil cuatrillones (mil millones de trillones) de números... ¡por persona! (o 50x1028).

Whao!

Por supuesto, estas direcciones tendrán una extensión 'un tanto' mayor que las anteriores, luciendo más o menos así:

3ffe:2900:d005:4:104a:2a61:0:0
3ffe:ffff:4004:1952:0:7251:bc9b:a73f

Como para anotarlas en la mano durante una fiesta, ¿eh? Afortunadamente el viejo sistema DNS seguirá en pie por lo que no habrá necesidad de memorizarlas.

Pero IPv6 no se limita sólo a expandir el espectro de direcciones. Se trata de un protocolo mucho más rápido y eficiente en la transmisión de datos. Allí donde IPv4 hace "su mejor esfuerzo" sin poder garantizar la entrega de información - tal como sucede con el correo tradicional - IPv6 incorpora nuevos estándares de calidad en el servicio... como si se tratara de correo certificado.

Dejando la verborrea técnica a un lado, IPv6 también destaca cuatro adelantos principales:
Mediante su norma IP Mobile, ofrece mejores prestaciones a los dispositivos móviles como por ejemplo, pasar de una red inalámbrica a otra sin perder tu dirección IP (ideal para aplicaciones de mensajería instantánea o voz, como Skype). Gracias a la norma IP Sec, el nuevo protocolo brinda mejores estándares de seguridad, incluyendo por defecto autentificación, encriptación y compresión de datos. Y claro, como las direcciones en sí son más complejas, también serán más difíciles de 'hackear'.
El protocolo IPv6 permitirá que los dispositivos se detecten en forma automática a través de la red, facilitando en grado extremo las labores de configuración.
IPv6 también incorpora en forma predeterminada funciones de multicast, unicast y anycast; tres métodos de comunicación que hacen más eficiente la distribución de datos, dependiendo de los contenidos a transmitir (hoy, en IPv4 estos usos son opcionales y restringidos).
¡Okey, déme dos millones de direcciones para llevar! ¿Dónde firmo?... pues no tan rápido. Antes de poder transformarse en el protocolo de preferencia en la red, IPv6 debe vencer un enemigo aún más formidable que su omnipresente antecesor...
La burocracia.

La vuelta al mundo
Puede que IPv6 sea la panacea en conexión de redes, pero tiene un pequeño punto débil: no es compatible (directamente) con el actual protocolo IPv4. Esto significa que para hacer la transición de uno a otro, las empresas e instituciones a cargo de la red deberán implementar mecanismos de conversión, en forma paralela a la actualización de su infraestructura.

Esto significa dinero... y como supondrán, no están felices de hacerlo. Y considerando que la cantidad de usuarios de IPv6 sigue siendo extremadamente baja, ni siquiera hay un aliciente económico para llevarlo a cabo, creando un círculo vicioso difícil de romper.

Desde el punto vista de los usuarios, ponerse al día es más sencillo. Como la labor principal la tienen nuestros proveedores de Internet (ISP), nuestra participación se centra en el uso de software compatible. Hoy, tanto el kernel 2.2 de Linux como Mac OS X 10.2, Windows XP y el anunciado Windows Vista incorporan soporte para IPv6, mientras que Windows 2000 puede unirse a la fiesta a través de una actualización.

Irónicamente, el tradicional líder en el desarrollo de Internet es quien más reticente se ha mostrado en los últimos años para apoyar la transición. Claro, al tener un gran número de direcciones IP en reserva, Estados Unidos no parece apurado por adoptar el nuevo estándar, confiando en que 'triquiñuelas' como el uso de redes privadas (NAT) o la reincorporación de direcciones antiguas alivie un tanto la presión.

De hecho, en junio de 2005 una comisión especial de líderes públicos y empresariales (específicamente los que venden equipos para hacer el traspaso) criticó ante el Congreso la desidia de la administración Bush para impulsar un cambio cuyas implicancias económicas y de seguridad no debieran mantenerlo ausente.

"El gobierno no está considerando esta oportunidad seriamente. Podemos tomar la cabeza en el desarrollo de Internet tal como hicimos 30 años atrás o esperar a que esta evolución nos sobrepase", se quejó el representante demócrata Henry Waxman. El CEO de Charmed Technology, Alex Lightman, fue aún más enfático: "Si no tomamos el liderazgo de la nueva Internet, perderemos millones de empleos y porciones de mercado en miles de empresas".

Por supuesto, la excepción la han constituido las agencias federales relacionadas con la seguridad del país norteamericano, a quienes se impuso 2008 como límite para adoptar el nuevo protocolo en sus comunicaciones. Para ellos, las ventajas en seguridad y desplazamiento eran demasiadas como para ignorarlas.

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En contraste, los países asiáticos han asumido la transición a IPv6 como una bandera de lucha propia, conscientes de que son la región más afecta a sufrir por la escasez de direcciones IP que se avecina. Ya en julio de 2004, se anunció que Japón y Corea del Sur eran los primeros países del mundo en usar el protocolo de forma pública, al punto que hoy todos los ISP de la nación nipona lo han implementado en forma paralela a IPv4.

En diciembre del mismo año, China anunció la creación de CERNIC, la red IPv6 más grande del mundo que enlaza a 25 universidades a través de todo el país. Es precisamente esta actitud decidida del gigante asiático la que se espera empuje a las naciones occidentales a adoptar con rapidez el nuevo protocolo, si quieren conservar sus lazos de colaboración con ella.

¿Y qué sucede en Latinomérica y en Chile? Hasta el momento, sólo se contabiliza un total de 51 sitios compatibles con IPv6 (ver PDF), tres de los cuales se encuentran en nuestro país, lo que nos deja en una posición muy atrasada en la materia. Tanto así, que los últimos reportes de SixXS y BGP nos confieren entre un 0.22% y un 0.01% de avance en la transición.

Al menos esta vez los chilenos no somos los únicos que dejamos las tareas para última hora, ¿verdad?

Fuente: Mouse.

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